Quisiera poder hacer todo...


Escogí la profesión a la que me dedico con el propósito de poder hacer algo bueno, aún en una pequeña medida. Llevo en todo este rollo casi tres años y en ningún momento he llegado a arrepentirme. Por el contrario, no me imagino haciendo otra cosa, ni siquiera cuando llego a sentirme cansada, cuando llego a preguntarme sobre si pude haber escogido otro camino, simplemente no llego a nada más. 

Hay cosas difíciles en mi trabajo, empezando por lo más básico: la gente. He aprendido que la gente puede llegar a ser complicada de formas en las que uno llegaría a aterrarse. Y eso está bien, supongo. Sin embargo, eso implica que en la misma medida, yo también puedo llegar a ser complicada. Yo soy gente. Soy complicada, demasiado. 

Cuando la gente se complica, cuando los casos se complican, lo primero que hago es atacarme y ver que estoy haciendo mal, aun después de tanto tiempo sigo frustrándome de una forma increíble y a veces incontrolable. Tiendo a creer que todo esto se debe a que a pesar de mis años en la universidad, y mis breves periodos de práctica, en realidad jamás he tenido ese maestro, ese guía, ese mentor...creo que ahora que lo escribo pienso que me encantaría tener uno, pero a duras penas puedo llegar a admirarlos a distancia, a todos esos modelos a seguir que tengo cerca pero al mismo tiempo, con los que me resulta difícil conversar.

Gran parte de lo que sé ahora, lo aprendí en medio de mi experiencia. Una parte pequeña, aunque significativa, es eso que obtuve en la universidad. Esto último siempre está ahí, pero como todo, se va desvaneciendo con el tiempo, en especial si no lo usas o en el momento en el que lo adquiriste no le diste la importancia. 

Creo que el sentir que gran parte de lo que sé ahora lo obtuve por mi cuenta y no a través de alguien que me supervisara o me guiara, es lo que en ocasiones me produce toda esa inseguridad. La confianza puede actuarse hasta cierto punto, pero es cuando estoy sola o cuando me siento impotente, que me doy cuenta de que no es suficiente lo que hago. 



Es una tontería. Eso lo sé. Muchos de mis pacientes llegan a manifestarme que han notado un cambio positivo y que se sienten mejor de lo que estaban al inicio. Eso me llena de dicha. Pero cuando ocurren esos días tormentosos en medio del camino, cuando me dicen que no han visto ningún cambio o que no sienten que está funcionando la cosa...es cuando más dura soy conmigo misma.

Soy consciente de que parte de mi trabajo es hacer que la persona que tengo en frente se dé cuenta de que es él quien tiene la capacidad de cambiar todo, de generar esa transformación, de lograr ese algo...lastima que es allí donde fallo, porque cuando se dan esos tropiezos siento una responsabilidad que va mas allá de lo que me corresponde.

Y eso es lo que en realidad me está haciendo daño. Tengo que aprender a diferenciar un deber del otro. Es difícil, pero tengo que poder hacerlo. Hay cosas que se me saldrán siempre de las manos, cosas que aun a pesar de mis esfuerzos, siempre tendré en contra. 

Hay cosas que no me corresponden. Y una parte de mí siente que debe hacerse responsable de ello. De que si no pueden hacerse cargo, yo debería hacerlo, pues tengo esa facultad...

¿Estoy sonando muy....arrogante? No sé. No es mi intención que suene así. Pero vamos a dejarlo en que me gustaría salvarlos a todos. Y hacerlo rápido, porque si puedo con uno, podré con más y así...y tal vez eso me acerque a lo que busco. 

Y no puedo. No siempre voy a poder hacerlo, por más frustrante que suene. A veces necesitaré ayuda. A veces quisiera a ese mentor, a veces quisiera esa escucha, ese apoyo en mi hombro. Creo que en realidad no quisiera sentirme tan sola en medio de todo esto. 

¿Me hago entender?
 Al menos ya tengo la edad para entender /en algún punto/ por lo que estoy pasando. Que obviamente no estoy sola. Que tendré días buenos y malos. Que tendré casos fáciles y difíciles. Que seguiré aprendiendo cosas todos los días...y que algunas lecciones tardan mas que otras.

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